Las dificultades de rodar una película
No se escriben diarios sobre rodajes felices. Cuando los cineastas cogen la pluma en caliente solo para dar fe de las dificultades y las frustraciones. Si hacer cine es siempre una lucha, los diarios de rodaje son crónicas de una derrota. Pero derrotas tan majestuosas como Fitzcarraldo y Apocalypse now, empresas desastrosas en muchos sentidos, pero no en el artístico. En el festival La Alternativa, una charla moderada por el crítico Manu Yáñez se acercará a los “rodajes difíciles y los diarios que dejan cicatrices” a partir de la experiencia de Santiago Fillol, cineasta, profesor de la Universitat Pompeu Fabra y coguionista de uno de los títulos estrella del festival: Mimosas, de Oliver Laxe, mejor film de la Semana de la Crítica de Canes.
Directa al corazón
Mimosas explica el viaje de tres personas a través del Atlas marroquí para enterrar el cuerpo de un maestro sufí. Es una aventura en clave de western orientalista y espiritual que se rodó en medio de grandes impedimentos. “Nuestra consigna era vivir la misma aventura que los personajes para salir transformados -explica Ahijado, que también hizo de ayudante de producción-. El problema es que a muchos de los lugares donde queríamos rodar no se podía llegar en todoterreno y tuvimos que transportar el equipo con mulas, atravesando ríos, nieve y montañas en condiciones climáticas extremas. Fue una locura”. Fillol empezó a escribir durante la preproducción porque le iba bien para “pensar mejor la película” y procesar una experiencia tan brutal que lo desbordaba. “Es un tipo de diario de un naufragio, una manera de recoger la experiencia humana de una cosa que en el momento de vivirla te supera”, dice.
Fillol escribió el diario para él mismo, pero en La Alternativa leerá algunos fragmentos en la charla con Yáñez. Sobre su publicación, no quiere decir nada. Uno de los diarios cinéfilos más famosos, Conquista de lo inútil (Blackie Books, 2010), tardó más de veinte años a publicarse. Werner Herzog lo escribió durante la producción de Fitzcarraldo, en que decidió que la única manera de filmar la historia de un loco que transporta un barco de vapor a través de la selva era transportando un barco de vapor a través de la selva. Herzog casi pierde la chaveta en el proceso, así que no escribe tanto para dejar constancia de los infortunios sino para evocar “paisajes interiores nacidos del delirio de la jungla”. Una inmersión en el absurdo existencial llena de imágenes brutales de una natura tan indomable como la pulsión literaria del autor.